|
|
Entonces, Coraje para llegar al lugar acordado, en el momento acordado.
Coraje para no olvidarse de respirar, porque a veces es más fácil morir… morir por algo tan simple como el aire.
Mirarte a los ojos, coraje para mirarte de verdad, observar profundamente el abismo, tus pupilas inmensas, tropezar.
Coraje para enhebrar palabras, conjurarlas, invocarlas, traerlas casi desde los pies…sentirlas nacer en las uñas de los dedos, como granos de azúcar con esquinas filosas.
Palabras que avanzan rodando, llevando consigo pedacitos de carne y gramos de piel, infiltrándose en la venas y subiendo por ellas, hidratándose de la sangre que furiosa se agolpa en la mejillas.
Aquí llegan, las siento en mi estómago, descansan, leudan como el pan. Ya son frases, sin sentido, quizás cursis, se miran entre ellas y recomponen las partes desprolijas. Se filtran al pulmón derecho, porque no quieren ser sólo frases, quieren ser poemas y no existe poesía sin aire…. Se inflan como un globo aerostático enorme, explota mi pecho porque aún no digo nada, solo estoy, con coraje, mirándote.
Me suben por el esófago, presionando mi ser entero para darme vuelta como una media, y mostrarte por fin mi lado de adentro. Una, la más valiente, asoma la cola peluda en mi garganta. Despego los labios, los labios rosas que pinte con coraje también, se escapa un hilo de mi aire y te miro.
Y entonces…
Coraje, coraje para callar, para entender, para soltar para mirarte, para sonreír, para cerrar los ojos y dejarte ir.
Texto: Luciana Mealla